Ética de la vida
La ética de la vida se plantea con
la necesidad de fundarse en una racionalidad sustantiva. Y es que el discurso
del desarrollo sostenible burla a la razón, al tiempo que la realidad impone
como razón de fuerza mayor un cerco a la racionalidad creativa. Es en ese
sentido que Zubiri ha podido afirmar que “Si estar en razón es algo impuesto
por la realidad, su contenido racional jamás lo está. No está impuesto cuál sea
la estructura fundamental de lo real. La imposición necesaria de algo que es lo
que es no-necesariamente: eso es la libertad. La era del vacío (Lipovetsky,
1986) nos ha llevado a desvalorizar la vida y a demoler el sentido de la
existencia. Ello es producto de una racionalidad que ha expulsado a los
sentimientos del dominio del ser racional y que llega a su límite con la
exclusión, la pobreza extrema y la bulimia del ser. La ética de la vida se
había constituido en la historia como una deontología, como un deber ser hacia
la vida. Las religiones construyeron murallas para frenar el vértigo de la
existencia y frenar el salto hacia la muerte. La vida había que vivirla, a
pesar de los sufrimientos para alcanzar la paz final de los cielos. Eso se ha
acabado; no hay más muros de contención contra la voluntad de suicidio, ni
contra la vida vegetativa, ni contra la eutanasia. El entretenimiento perpetuo
de la renovación de objetos para satisfacer la compulsión al consumo, el
recambio y la novedad, no producen nuevos sentidos constitutivos. No sólo de
pan vive el hombre y no sólo muere de inanición; también desfallece de
desesperanza. La ética de la vida, convertida en instinto de conservación por
una historia moral, necesita renovarse; no para ganar el cielo, sino para
arraigarse en la Tierra; para poder habitar este mundo como seres humanos; para
que valga la pena vivir la vida, para sonreírle a la existencia.La ética de la
sustentabilidad no es el producto de una conciencia de especie. No es la
sustitución de la ética del antropocentrismo –tan criticado como causa de la
crisis ambiental– por una ética eco-centrada: universal, mundial, planetaria.
La ética es creación de derechos, como propiedad del género humano, y no de la
naturaleza.
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